La historia empezó hace siete años. Christian Bourdais y Eva Albarrán -especialistas en la ejecución de proyectos de arte contemporáneo- pensaron en buscar un lugar virgen en el que algunos de los mejores arquitectos jóvenes del mundo pudieran trabajar con absoluta libertad. La idea era construir una docena de casas originales y diferentes, pequeños tesoros que escaparan de la uniformidad del turismo rural, de los corsés creativos. Desde una casa no se tenía que ver la otra, para conservar la sensación de paraíso perdido, de naturaleza por descubrir, y, a pesar de todo, de lo último y lo mejor en diseño y comodidad. Dice Christian que no fue fácil encontrar el lugar. Viajó sin éxito por Portugal, Grecia, Turquía, Marruecos o Italia. Al cabo, halló un paisaje tan poco conocido como deslumbrante, la comarca del Matarraña, en Teruel. Al hablar de este proyecto y de aquellas tierras, Christian deja caer una frase que es una reflexión: «Si estos pueblos estuvieran a dos horas de París, sería una locura, estarían a reventar, con una enorme presión inmobiliaria». Y, sin embargo, pronto aceptó con incredulidad que pocos españoles los conocían (ni siquiera Eva, su mujer), a pesar de que algunos de ellos (Calaceite, Valderrobres, Beceite, La Fresneda…) podrían estar entre los más bonitos en cualquier lista al uso. Solo Pezo, una de las dos casas ya finalizadas en el MatarrañaPor ahora hay dos casas terminadas (la última en 2017, en forma de platillo volante). Y las dos se pueden alquilar. Solo Pezo cuesta 450 euros para cinco personas; Solo Office, 650 euros para seis. Entre sus clientes hay muchos viajeros del norte de Europa y algún japonés, degustadores del nuevo diseño. También hay españoles, desde luego. A día de hoy, Christian y Eva trabajan en el proyecto de un hotel de autor que pueda servir a las casas como centro de operaciones, y otras tres o cuatro viviendas que podrían empezar a construirse en 2019. Cuando esté terminado, será un lugar único en el mundo. La comarca del Matarraña está salpicada por dieciocho poblaciones en las que solo viven 8.805 personas. El pueblo más habitado, Valderrobres, apenas pasa de los 2.000. Alrededor, un paraíso para el buitre y la cabra hispánica, un macizo roto y laberíntico, los ríos de la montaña (incluido el Matarraña, afluente del Ebro), campos de olivos milenarios, poblados íberos… Y, por supuesto, algunos escenarios del arte rupestre levantino, incluido en el Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. El arqueólogo calaceitano Juan Cabré descubrió en 1903, en el Barranco del Calapatá, en Cretas, el primer conjunto de estas manifestaciones pictóricas naturalistas, la «Roca dels Moros». Matarraña tiene un nombre áspero y un territorio despoblado entre carreteras solitarias/secundarias. Durante décadas, muchos de sus habitantes emigraron a las ciudades. Pero ese aislamiento ha ayudado a mantener la autenticidad de sus pueblos. En Calaceite vivió en los años 70 el escritor chileno José Donoso. Dicen que compró una casa por 600 dólares de la época. «Era una casa bella, toda de piedra, con un living grande que tenía como originalidad dos chimeneas y el cielo de bovedilla catalana…», escribió en Calaceite, 1971-1974. Pilar Donoso, su hija adoptiva, recordó aquellas calles en Correr el tupido velo (Alfaguara, 2009). «Pueblo de piedra, teja y campanario. Una isla entre un mar de viñas y olivares».