Dicen los que dictan las modas que es una tendencia. Claro que también es «tendencia» no poner manteles en las mesas, algo que ya hemos contado. Me van a perdonar, pero paso de «tendencias», más bien estoy bastante harto de ellas. Modernidades que no aportan nada y restan ese confort, ese estar a gusto, que uno busca en los restaurantes, sobre todo cuando la factura final es elevada. Les estoy hablando de las mesas corridas, largas mesas que ahorran espacio al establecimiento pero que obligan al cliente a compartir su comida o cena con personas desconocidas. Olvídense en estos casos de tener la más mínima privacidad en sus conversaciones. Están bien las mesas corridas en las cervecerías alemanas, incluso son divertidas y forman parte de la cultura tradicional de aquel país. Pero los españoles no somos alemanes y sí muy individualistas por lo que nos gustan poco estas fórmulas que restan intimidad. Con la única excepción de los merenderos populares. Pero incluso en estos, y en los restaurantes de moda que las están implantando, la gente suele sentarse dejando espacios entre unos y otros para al menos tener un poco de esa intimidad. Un buen ejemplo de la poca aceptación que tienen estas mesas ha sido el reciente fracaso en Madrid del restaurante de un importante cocinero manchego en pleno barrio de Salamanca. La decisión de montar una gran mesa alargada de madera que tenían que compartir clientes que pagaban cien o más euros por la comida fue, sin duda, la principal causa de su prematuro cierre. Para mí sólo hay un tipo de mesa corrida admisible: las llamadas mesas imperiales que se montan para algunos banquetes. Pero es una situación muy diferente porque los que las comparten son invitados de un anfitrión al que todos conocen. Que nos devuelvan los manteles y las mesas individuales. Recomendaciones Barras: No hay que confundir las mesas corridas, con comensales sentados a ambos lados, con las barras, en las que los clientes se sientan alineados frente a los cocineros viendo como trabajan. Esta fórmula ha pasado de los restaurantes japoneses a todo tipo de establecimientos, algunos de ellos incluso con estrella Michelin, que además de las mesas tradicionales ofrecen la posibilidad de estas barras. Es el caso de Caelis y Dos Palillos, en Barcelona; A’Barra, en Madrid; Mina, en Bilbao, o Casa Marcelo, en Santiago de Compostela.