Estos fondos marinos, que bañan la Región de Murcia y que forman parte de la Reserva Marina de Cabo de Palos e Islas Hormigas desde 1995, están considerados por la Fundación Cousteau como el mejor destino de buceo del continente europeo
Desde la terraza del Miramar, con el ir y venir de embarcaciones de buceo y los pescadores como estatuas en el rompeolas, con sus cubos y sus aparejos, tratamos de imaginar lo que ocurrió hace ahora 100 años a tan sólo seis millas de distancia del Cabo de Palos. Entre el 13 y el 14 de octubre de 1917, el comandante Lothar Von Arnauld de la Perière al mando de submarino SM U-35 echó a pique a cuatro buques destinados a abastecer a los aliados durante la Primera Guerra Mundial. El vapor británico Alavi, al vapor italiano Doris, el Lilla, que acudió al rescate del segundo y el vapor armado griego Despina G Michalinos.
Pero hubo más submarinos y más naufragios. Más de 50 barcos fueron hundidos a manos de los «U-boots» alemanes en estas aguas durante la Primera y la Segunda Guerra Mundial. Esto sumado a los numerosos accidentes de navegación debido a un relieve conformado por varias montañas submarinas o bajos y la falta de prudencia o el exceso de confianza de algunos capitanes, ha dado lugar a uno de los puntos más interesantes del Mediterráneo para el buceo en barcos hundidos. Trasatlánticos como el Sirio, partido en dos tras colisionar con el «bajo de fuera» en una catástrofe con más de 200 fallecidos. Buceamos a escasos metros de su proa para introducirnos por una grieta en las entrañas de otro barco, el Minerva, que descansa bocabajo a -50 metros y que cruzamos de extremo a extremo bajo sus ruinosas cuadernas con la única iluminación de nuestros focos y la mente lúcida gracias al helio.
El Carbonero y su maraña de redes o el Isla Gomera, más conocido por «Naranjito» por la carga que contenía en sus bodegas y el pecio más visitado de nuestras costas por su buen estado de conservación y una profundidad entre 27-44 metros. La lista es interminable. Bucear en sus bodegas o introducirnos en la oscuridad de sus salas de máquinas colonizadas por el transcurrir del tiempo son experiencias irremplazables para los que deciden explorar estos tesoros sumergidos.
Pero no sólo barcos podemos encontrar en estos fondos marinos considerados por la fundación Cousteau como mejor destino de buceo del continente europeo. Este pequeño rincón del Mediterráneo forma parte de la Reserva Marina de Cabo de Palos e Islas Hormigas desde 1995 por su elevada diversidad y riqueza biológica, el buen estado de conservación de sus ecosistemas y el gran interés pesquero para su entorno. Lubina, dentón, bonito, morena o pulpo son algunas de las especies que abundan y que podremos ver durante nuestras inmersiones aunque los reyes indiscutibles de estas montañas sumergidas son los enormes meros que se cuentan por decenas y que nadan o descansan casi inmutables a nuestra presencia. Habituales también son los bancos de picudas y su característica danza circular.
Sergi Pérez, instructor de buceo y propietario del centro Rivemar en Cabo de Palos, llegó a la zona hace más de 25 años y se encontró un entorno poco atractivo, por lo que decidió no establecerse hasta que, pasado un tiempo, pudo comprobar el efecto y el buen estado de salud de la reserva. A día de hoy tiene claro que este es un lugar privilegiado para los amantes del buceo e insiste en la importancia de la concienciación y de una buena enseñanza para hacer del submarinismo una actividad segura y sostenible con el entorno. Desde hace años, Cabo de Palos ha puesto a Murcia en el mapa del buceo internacional. Inmersiones tranquilas en promontorios repletos de vida, salidas técnicas a visitar pecios como el Stanfield con su impresionante hélice a -61 metros e incluso en barcos sin identificar a más de 100 metros de profundidad y que siguen siendo explorados. Un atractivo para ingleses, rusos y franceses que cada año llegan con el propósito de sumergirse en estas aguas protegidas. Otro punto destacable es la comodidad de este enclave, con sus centros de buceo a pie de embarcación y muchos de ellos con nitrox e incluso helio para las inmersiones más profundas. Destaca el mencionado Rivemar y su catamarán con plataforma elevadora para buceadores; el clásico Islas Hormigas, con Julio y Juan Carlos y en el que acabamos devorando un cochinillo al horno después de bucear, o Mangamar, el último en sumarse a la lista de centros.
Turismo, buceo y pesca parecen haber encontrado un equilibrio en este pequeño cabo perteneciente a Cartagena y donde su faro, construido por Felipe II, ha sido testigo de innumerables desastres navieros que hoy forman este santuario difícil de encontrar en otras aguas. Vida a raudales, buena visibilidad y un cementerio de historia esperando a ser visitado.
Source: Viajes y Turismo