2.280 pasajeros y 1.283 tripulantes caben en el buque Queen Victoria de la naviera Cunard Lines, con 294 metros de eslora y ocho de calado

s una experiencia que se debe saborear al menos una vez en la vida, dar una vuelta al mundo en un crucero de lujo, viviendo en un mítico barco, como lo hicieron los primeros 320 pasajeros del Laconia, un barco de la misma Compañía Cunard, que en 1922 pasaron cerca de cuatro meses navegando por los siete mares y disfrutando de las culturas que pueblan este nuestro mundo.

Hoy podemos hacerlo nosotros con cualquiera de los tres buques con los que cuenta la Compañía Cunard, bautizados con el pomposo nombre de tres reinas, a saber, el Queen Victoria, el Queen Elizabeth y el Queen Mary 2. En cualquiera de ellos, el trato, las instalaciones, la gastronomía y el entretenimiento están coordinados para que los pasajeros sólo se ocupen de descansar y divertirse.

En 2019 se celebra el 500 aniversario de la vuelta al mundo de Magallanes y Elcano y nada mejor para celebrarlo que hacer como esos míticos navegantes y recorrer el mundo en su memoria, en estos lujosos y míticos cruceros. También se puede hacer la Ruta de la Seda, los cruceros temáticos, Caribe, Norteamérica, Fiordos noruegos, Báltico, Mediterráneo, etc. Los billetes y más información ya están disponibles en la web www.cunardcruceros.com.

Pero no todos tenemos el tiempo ni el dinero que cuesta semejante aventura, de ahí que sea posible segmentar esa vuelta al mundo en diferentes etapas y si no, también podemos optar por un viaje más modesto, aunque disfrutando de las mismas comodidades y entretenimientos, así que llenamos nuestra maleta con ilusión y trajes de fiesta y embarcamos en Barcelona para pasar una semana en el Queen Victoria, con destino al sur de Inglaterra, concretamente a Southampton.

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La estancia en el crucero es especial y se deben seguir las reglas de etiqueta que manda el protocolo del barco. Las mañanas son informales y se puede llevar una vestimenta casual o deportiva para optar por las clases de baile, dibujo, manualidades, deporte o disfrutar de la piscina y el spa. Para la comida, el navegante puede elegir entre los diferentes restaurantes que ofertan sus manjares culinarios, elaborados en unas cocinas impolutas y regentadas por un magnífico chef, o acudir a cualquier hora al bufé, donde se puede comer de todo y tanto como el cuerpo y el estómago aguante, disfrutando algunas veces con música en directo.

Ahora bien, hay que recordar que es de rigor hacer una parada a las 15:30 h. en el salón de té para saborear con calma el delicioso y cálido brebaje inglés acompañado de diferentes delicatessen, tanto saladas como dulces, servido por un ejército de camareros con chaquetilla y guantes blancos, que nos hacen sentir como auténticos gentleman o ladys, mientras las parejas que lo desean, bailan al son de la música en vivo que ameniza el evento.

 El lujo de navegar con la realeza británica

Pero donde el glamour llega al clímax es durante la cena de gala que se celebra dos veces por semana y para las que todo el pasaje se pone sus mejores galas. Estas citas suelen ser temáticas, lo que hace que nos traslademos en el tiempo, como ocurre con las dedicadas a los felices años 20, rememorando la elegancia que debieron llevar los primeros pasajeros que realizaron el crucero por aquellos locos años.

Para tomar conciencia del lugar en el que vamos a pasar unos días, nada mejor que hacer un recorrido por el lujoso buque para descubrir las diferentes estancias que lo conforman. Así subimos hasta la planta 9 para respirar el aire limpio y salado del Atlántico y darnos un chapuzón en la piscina exterior, si el tiempo lo permite. Juegos, gimnasio, salones, pub y discoteca conforman esta planta.

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Debajo accedemos al bufé, que está operativo casi las 24 horas del día, y las siguientes plantas son los camarotes. Llegamos a las plantas 3, 2 y 1, que son las sociales, pues en ellas se encuentran los restaurantes, el salón de baile, el casino y el teatro. Además, dispone de una «promenade» alrededor del casco, por la que paseamos de babor a estribor y de proa a popa, disfrutando del mar e incluso de algunos delfines que nos acompañan durante unos minutos.

Con todo lo visto, la travesía promete diversión y buen yantar en uno de los buques más elegantes y carismáticos de las flotas marítimas, en el que se mezcla la elegancia de sus paredes paneladas con maderas nobles, lámparas de cristal y adornos dorados con mullidas alfombras de modernos diseños.

Con unos días de travesía nos acostumbramos al incesante balanceo producido por el oleaje, que hace que durmamos como niños. Además, resulta emocionante conocer un poco más de mundo visto desde dentro del mar. La semana termina y recogemos velas, hacemos la maleta y desembarcamos, con la certeza de que no será la última travesía que realicemos en cualquiera de los tres cruceros de la Compañía Cunard.

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