Gran Canaria, el paraíso de los contrastes

Maspalomas se debe llamar así porque hay muchas más que en el resto de playas de la isla. Ni rastro de gaviotas para extrañeza del viajero sin idea de ornitología. Esta localidad del sur, perteneciente al municipio de San Bartolomé de Tirajana, es el destino final de una de las tres rutas que recorren Gran Canaria de arriba abajo. Destaca por su elegante fisonomía con mayoría de construcciones de una planta, aunque lo mejor son las playas y sus dunas. Parece el Sáhara. Un faro que comenzó a operar en 1890 domina su enorme arenal de seis kilómetros que da para distintas zonas de hamacas. Una es territorio gay. La bandera arcoiris ondea en su chiringuito. El nudismo ahí es mayoritario. Por cierto, el horario del uso y disfrute de la sombrilla de alquiler –7,50 euros con dos tumbonas incluidas– termina a las cinco y media de la tarde. El primer día siempre sorprende al viajero español tanta premura. El hamaquero se explica: «Llevo aquí desde las ocho y media de la mañana» (pónganle acento canario). Domina el horario europeo. Lo compensa que desde esa hora de la tarde el uso de las hamacas sale gratis.

El inicio de esta primera ruta, como de las dos siguientes, será Las Palmas. La capital se extiende en vertical. En la parte norte, el puerto, incluido el muelle deportivo. El centro está recorrido en su lateral por los tres kilómetros de la playa de Las Canteras. Para ser urbana se ve limpia. En el sur destaca el casco histórico en torno a la Plaza de Santa Ana y las zonas de marcha. Sobre todo en dos calles que se cruzan: Mendizábal y La Pelota, con decenas de bares donde se sirven pinchos y bebidas para sacar a la calle. Muy animadas de jueves a domingo. También buen ambiente en torno a la plaza de Cairasco. Por allí hay más restaurantes. Se come muy bien en Gran Canaria. Aparte de las papas –no se deben pelar– con mojo destaca el pescado y el tamaño de las raciones, abundantes y presentadas con esmero. Los camareros son buen ejemplo del carácter canario: tranquilos, aquí no hay prisa, y amables.

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Esta primera ruta baja por el centro de la isla. Desde Las Palmas a Areucas, donde comprar ron. De allí comienza a empinarse la carretera y a cambiar la vegetación. Curvas y más curvas cerradas por un paisaje frondoso. La subida recuerda a la de una sierra del interior o norte de la península. Lástima del incendio del pasado septiembre que arrasó casi 3.000 hectáreas.

El destino será admirar Roque Bentayga y Roque Nublo, dos picos singulares en mitad de una «tempestad petrificada», como definió Miguel de Unamuno. Otros muchos kilómetros de bajada hacia la costa con curvas y llegada a Maspalomas.


Source: Viajes y Turismo

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