Con agosto tocando a su fin son muchos los que vuelven de sus vacaciones de verano, esas que se preparan durante todo el año tanto en la planificación como en el ahorro. Unos días en ese destino que tantas veces se ha buscado en páginas web, consultando blogs o a través de las redes sociales en vídeos y fotos. Sin embargo las expectativas no son siempre las esperadas y se produce lo que se denomina el «síndrome de París», o la desilusión ante algo que se esperaba mucho mejor, un destino idealizado gracias, en parte, a las redes sociales. Y es que hoy en día estamos expuestos a un bombardeo de imágenes de destinos idílicos, playas paradisíacas o monumentos imposibles. Ante esta gran cantidad de información que puede no ser del todo cierta conviene protegerse. Una buena gestión de las expectativas es vital para disfrutar del futuro viaje que se está planeando, aunque es complicado no hacerse ideas equivocadas e idealizar ciertos destinos. El «fraude» de las redes sociales
De hecho, las redes sociales son prácticamente las mayores responsables a la hora de distorsionar la realidad de viajes y de destinos. Según un estudio realizado por Allianz Global, el 51% de los «millennial» encuestados, el grupo mayoritario que utiliza esta manera de comunicarse, se declara dispuesto a elegir su próximo destino de vacaciones en base a las fotos que otros usuarios hayan subido a las redes sociales. El problema viene cuando al seguir leyendo el artículo descubrimos que un 36% de estos jóvenes reconoce trucar las imágenes de sus viajes para «dar envidia a sus seguidores» y hacerles creer que están en un sitio mejor de lo que en realidad es. A raíz de esta información el desenlace está claro: si la herramienta de decisión está basada en plataformas en las que los usuarios exhiben una versión irreal de sus viajes, la decepción está asegurada. No fiarnos de todo lo que se publica en redes sociales o blogs es fundamental para no hacerse una idea equivocada. El arte de «coleccionar destinos»
En realidad la tecnología es una herramienta muy útil para viajar. Internet ha supuesto el auge de plataformas mundialmente conocidas como Booking o Skyscanner que, junto a la aparición de las aerolíneas lowcost, han conseguido en los últimos años democratizar los precios de los viajes. Estas y otras plataformas similares permiten a los viajeros encontrar por su cuenta viajes a precios asequibles, consiguiendo que organizar cualquier escapada sea ahora infinitamente más sencillo y barato que en los tiempos de la hegemonía de las agencias de viajes físicas. Pero en tiempos del consumo rápido, esta facilidad puede convertirse en un arma de doble filo. Hoy en día los estrenos más taquilleros de cine duran dos semanas en la cartelera. Cada verano nacen estrellas del pop cuyas carreras no llegan hasta el verano siguiente, compramos artículos por internet y los recibimos en nuestra casa en una hora. Lo queremos todo ya. El uso que hacemos de la tecnología fomenta el «aquí y ahora» y eso afecta también a nuestra manera de viajar, lo que puede hacernos caer en una espiral de «coleccionar destinos». Una especie de urgencia en rellenar un pasaporte interno donde sentimos la necesidad de sellar muchos países en poco tiempo. Pararse a disfrutar el destino
Frente a la cultura del «viaje rápido» existe otra corriente que promueve justo lo contrario o lo que es lo mismo: pararse a disfrutar el destino que visitamos y exprimirlo de un modo que nos hace no solo ver las cosas, si no entender por qué hay que verlas. Esta modalidad de turismo implica no solo descubrir los monumentos más famosos, sino también aquellos lugares que no son tan conocidos. Recorrer las calles y los pueblos de los alrededores por nuestra cuenta o dejarse llevar por una excursión o una visita con un guía experto que nos explique todo aquello que debemos conocer. El formato da lo mismo: lo importante es enamorarse del lugar. En palabras de Emilio Gómez, cofundador de Kolaboo, comparador de excursiones y visitas guiadas: «A la hora de visitar un destino merece la pena dejarse llevar por alguien que sabe de él. Cuando nos explican datos históricos o incluso curiosos sobre un lugar que estamos visitando, automáticamente desarrollamos una especie de «empatía» con ese destino. La experiencia mejora y el recuerdo que tenemos de ella, que al final es de lo que tratan los viajes, de acumular recuerdos que merezcan la pena, es mucho más positivo que cuando visitamos un lugar pasando de puntillas por él». Pero es cierto que no todas las excursiones y visitas guiadas merecen la pena. David Rebollo, también cofundador de Kolaboo, insiste en que es importante ponerse en buenas manos para que la experiencia sea realmente satisfactoria para el viajero. «Pero ello, según recalca, no tiene por qué implicar un aumento sustancial del presupuesto del viaje: pagar de más por una excursión o una visita guiada puede hacer que los viajeros terminen con una sensación agridulce si sienten que la relación calidad-precio no era la adecuada». Así que la receta para no decepcionarse con el próximo destino de vacaciones parece estar bastante clara: no crearse falsas expectativas, informarse en los lugares adecuados, mimar la planificación del viaje y asegurarse de conocer bien el destino una vez allí, ya sea por cuenta propia o dejándose guiar. Pero, sobre todo, es necesario abrir la mente, relajarnos y tomarnos el tiempo suficiente para enamorarnos del nuevo destino visitado y seguir disfrutando del placer de viajar. Porqué se conoce como «síndrome de París»
De media cada año veinte turistas japoneses son diagnosticados con el conocido como «síndrome de París» debido al choque derivado al enfrentar sus expectativas sobre la ciudad con la realidad de la misma. Los turistas afectados por este mal sufren mareos, ansiedad y taquicardias. Estos síntomas son provocados por una aguda desilusión al ver la realidad de la ciudad durante su primera vez en la capital francesa. Este fenómeno -que no es nuevo, ya que la primera mención al mismo la realizó el profesor Hiroaki Ota en el año 1986- es debido, según los psicólogos, al tratamiento e idealización constante que tiene la capital francesa tanto en las revistas como en los medios japoneses. En ellos a menudo se representa a París como una ciudad en la que la mayoría de sus habitantes parecen modelos y visten con elegancia trajes de alta costura. Algo que a pesar de los innumerables encantos que tiene la capital francesa, evidentemente está muy alejado del día a día de esta gran ciudad.