La relación entre las ciudades, los turistas y los propietarios de hoteles aún no ha terminado de definirse en casi ningún lugar del mundo. Airbnb, la web nacida hace ahora diez años, ha modificado la forma en que muchos viajeros buscan alojamiento, pero al mismo tiempo, también se ha enfrentado a una tormenta de críticas desde diferentes sectores, desde políticos a empresarios y a asociaciones de vecinos preocupadas por el destino de los centros de las ciudades, de repente vacíos de vecinos. Madrid y Barcelona son dos de las capitales donde los Ayuntamientos buscan desde hace tiempo una legislación más restrictiva para la multinacional fundada en San Francisco en el verano de 2008 por Brian Cheky, Joe Gebbia y Nathan Blecharczyk. En Madrid, por ejemplo, se habla de ilegalizar el 95 por ciento de los pisos turísticos del centro, con una legislación que pretende exigir un acceso independiente desde la calle a esos pisos, como ocurre con los hoteles tradicionales. Para algunos «anfitriones», en cambio, alquilar la casa o una habitación se ha convertido en una forma de complementar la pensión o incluso de conservar la propiedad de la vivieda, de forma que también han empezado su batalla pública contra «la prohibición de las viviendas de uso turístico». Desde hace cinco años, las cifras de anuncios en Airbnb no han dejado de crecer en Madrid y Barcelona. La capital, que cerró 2014 con poco más de 4.000 viviendas, tiene estos días 16.294 anuncios en la citada web. En el caso de Barcelona, son 20.786 a día de hoy, 12.000 más que hace cuatro años. Londres es la ciudad más popular para utilizar Airbnb, según refleja este gráfico de Statista elaborado con datos de Airdna. A continuación, se sitúan París y Nueva York, donde también se vive un conflicto entre el Ayuntamiento, que reclamó el 6 de agosto la lista de anfitriones y transacciones realizadas, y Airbnb, que acaba de demandar a la alcaldía por abuso de poder. [Gráfico: Statista]