León, paraíso natural al alcance de todos

En 2016, España obtuvo hasta 48 Reservas de la Biosfera, lo que la situó a la cabeza mundial junto a Estados Unidos. Sólo la provincia de León posee tantas o más Reservas que algunos países de nuestro entorno como son Portugal, Suiza, Irlanda o Inglaterra, y más lejanos como Japón.

Todas estas reservas se encuentran al norte de la provincia leonesa, fundiéndose con la Cordillera Cantábrica y en un espacio que comienza en la frontera con Galicia, Asturias y se extiende hasta Cantabria. En este rincón encontramos algunos de los bosques mejor conservados de España; en los que no faltan los hayedos, robles, castaños centenarios, sabinares, tejos, así como, brañas para el ganado, ríos, macizos calizos como el de Peña Ubiña, y numerosos testimonios de las huellas que ha dejado el hombre, como son las iglesias románicas, centrales hidroeléctricas, pallozas o antiguas minas. Estas zonas están también ocupadas con la presencia de algunos animales míticos como el lobo, el urogallo, aunque en peligro de extinción, y sobre todo el oso pardo cantábrico, que afortunadamente se va recuperando.

Para conocer todo ello nada mejor que trasladarse desde los diferentes puntos de España en el AVE a León, pues, por ejemplo, desde Madrid queda a tan sólo dos horas.

Desde León capital, iniciamos en coche un apasionante periplo por las siete Reservas de la Biosfera de la provincia: Los Ancares, el Valle de Laciana, Babia, los Valles de Omaña y Luna, Alto Bernesga, Los Argüellos y, por último, los Picos de Europa.

Nuestro primer destino es la Reserva de Los Ancares, situada en el lado más occidental de la provincia. Una reserva que sorprende no sólo por su valor ecológico y paisajístico, sino también por una rica cultura que se entronca en su arquitectura tradicional, su paisaje y su forma de vida. Es aquí también donde se encuentran las últimas viviendas con techumbre de paja, llamadas pallozas. En Pereda, nos encontramos con una de ellas. Nos acompaña para verla Miguel Yuma, todo un personaje en estas tierras, y posiblemente quien más las conoce. Para recuperar fuerzas nos sentamos a la mesa del Restaurante Valle de Ancares. Después, Yuma nos acompaña a dar una vuelta por el pueblo, donde los robles milenarios nos acarician con su sombra, cuando visitamos la única palloza que se conserva en la localidad, convertida en un pequeño museo, para ilustrar cómo se vivía en ellas, antes de la debacle de la emigración que hubo en estas tierras.

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Después de pasar por el Aula Geológica, sita en Robles de Laciana, en la que antiguos mineros nos cuentan la riqueza y los sinsabores de estos pagos, llegamos a la Reserva de Babia, donde la amplitud de sus valles y montañas, sus extensos pastos y lugar de nacimiento de los ríos Luna y Sil, conforman un territorio providencial. Hacemos nuestra primera parada en Riolago para conocer el fantástico Palacio de Quiñones, construido en el siglo XVI, y que hoy en día sirve como Centro de Interpretación, llamándose la «Casa del Parque de Babia y Luna».

Aquí nos cuentan la razón del dicho popular «estar en Babia», cuya interpretación más correcta es porque en estos lares se perdían los antiguos reyes leoneses para descansar de los sinsabores de la Corte. Cuando se preguntaba por ellos, se decía ya que «estaban en Babia».

En la Reserva de los Valles de Omaña y Luna, y concretamente en el pueblo de Geras de Gordón, resulta obligatorio pasarse por la Casa de Entrepeñas, en la que encontramos una gran variedad de carnes curadas y embutidos, con especial atención a la cecina, manjares que representan una oferta gastronómica típica de estas reservas.

El siguiente alto en el camino es el pequeño pueblo de Coladilla, ya en la Reserva de los Argüellos, donde visitamos la quesería de Coladilla. Justo enfrente también se encuentra el Taller de Cerámica de Pilar Tirados, todo un descubrimiento en unas tierras que desgraciadamente va perdiendo población, pero que a través de estos antiguos oficios se lucha para que haya más turismo que revitalice la región.

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Source: Viajes y Turismo

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