Mezquita-Catedral de Córdoba, diálogo entre fe y cultura

La primavera es, probablemente, la mejor época del año para recorrer la ciudad de Córdoba, pues el colorido de sus patios y el aroma de sus flores la hacen, si cabe, aún más hermosa. Pero en cualquier momento hay una cita obligada que ningún viajero debe perderse: la Mezquita-Catedral, un espacio de oración en el que el hombre ha sentido el misterio de lo sagrado y la necesidad de expresar su genio creativo, razón más que contundente para que sea considerado monumento Patrimonio de la Humanidad. Así lo refiere la historia y así ha ocurrido a lo largo del tiempo, sin interrupción. Todas las culturas percibieron, en este edificio, su capacidad para expresarse y para conmover a todo aquel que lo contempla. Distintos cultos y distintas sensibilidades son los que confieren a este espacio sublime esa marcada percepción de lo divino.

Pero, ¿qué hace único a este edificio? Su capacidad para emocionar todos los días de su existencia. No cabe duda de que nos encontramos ante una arquitectura viva, en la que siempre es posible recrearse y descubrir un nuevo detalle, que hasta el momento había pasado desapercibido a nuestros ojos, aunque ya lo hubiéramos visitado previamente. Se trata de un edificio que siempre se muestra diferente y que ofrece un sinfín de perspectivas. Nos encontramos ante un monumento inolvidable en el que, cada vez, se nos brinda una nueva oportunidad.

Sin embargo, junto a esa emoción espiritual, en la Mezquita-Catedral se revelan otras realidades: la majestuosidad de las artes y la irrepetible confluencia de los más diversos estilos artísticos. Y así, las influencias de Roma, de Siria y de Bizancio se hacen presentes en un edificio que encuentra también su expresión en el arte visigodo, califal, renacentista y barroco. Diversos lenguajes que dialogan entre sí en un sublime juego estético y que conforma una majestuosa unidad, un incomparable espacio dotado de una atrayente perfección. Por esta razón, la Mezquita-Catedral de Córdoba es un espacio paradigmático, un lugar que resume como pocos el devenir histórico de nuestro país y la trayectoria de la Historia del Arte.

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Además, este edificio cumple la función de ser un espejo en el que se proyecta un constante diálogo entre fe y cultura. Una dualidad indisoluble que invita al espectador a redescubrir su pasado, a comprender su presente y a proyectar su futuro. Todo ello es percibido por el viajero, que se adentra en un espacio sobrecogedor que acaricia el alma y que no deja a nadie indiferente. Arcos, columnas, retablos y capillas se dan cita hasta configurar una creación asombrosa e irrepetible.

Para descubrir esta joya, el visitante tiene a su disposición varias opciones. Por un lado, la tradicional visita diurna, a través de la cual se hace posible descubrir el excepcional monumento. Aquí el viajero tiene a su disposición diferentes servicios para mejorar su experiencia de visita. Entre ellos, un folleto-plano explicativo que está disponible en siete idiomas y que repasa de manera didáctica y gráfica los principales hitos del conjunto monumental. Asimismo, existe la posibilidad de la contratación de audioguías, que ofrecen un completo relato histórico-artístico. A ellas, desde finales del pasado año, se ha sumado el servicio de audioguía infantil, que es una apuesta por acercar el monumento a los más pequeños de la casa, con contenidos amenos y adaptados desde una perspectiva didáctica.

Otro de los atractivos es la visita a la Torre-Campanario. El acceso a este elemento arquitectónico singular permite disfrutar de unas vistas insólitas del edificio, pero también de toda la ciudad. Hablamos de un impresionante mirador configurado en la que, hoy por hoy, con sus 40 metros sobre el suelo, constituye la arquitectura más elevada de Córdoba.

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