Valletta. Para conocer esta ciudad no es suficiente con la historia…Es imposible entenderla sin indagar en su leyenda. Capital de Malta, amante de la cultura, el arte y la tradición…que alberga mucho más que bellos edificios de otras épocas…:es testigo de la capacidad del hombre, de su superación y de su fuerza.
Fundada en 1566, el diseño de la ciudad fue encargado a Franceso Laparelli, arquitecto discípulo de Miguel Ángel. Durante la Segunda Guerra Mundial, la ciudad fue devastada por feroces ataques de Alemania e Italia –países que lideraban junto con Japón las potencias del eje–. Su reconstrucción, debida a los devastadores bombardeos, se alargó durante décadas, y en su estilo barroco se incluyeron elementos de la arquitectura moderna.
…Balcones rojo sangre, azul cielo, verde naturaleza…,arcoíris que dibujan calles empinadas y estrechas…Mirar desde arriba en una rúa es contemplar una paleta de colores que solo entiende de belleza…
Sus costas y clima son un regalo de la naturaleza. La aportación del hombre para reclamo del que la visita: monumentos, jardines, teatros, festivales de jazz…La capital sin descanso, en cada rincón evoca el espíritu con el que una vez fue vencedora en una guerra de la que salió dolida pero no muerta…El asedio a Malta …Memoria a sus víctimas es la campana que ahora en la ciudad suena.
Las calles de Valletta rebosan vida, que, alborotada, proclama su elección como Ciudad Europea de la Cultura 2018…y que no olvida a aquellos que dieron la existencia por ella. Quizás por eso la intensidad de su actividad inunde plazas y cada lugar de esta tierra.
Siege Bell War Memorial
Aislado de tal bullicio, un monumento se encuentra, el Memorial diseñado por Michael Sandle en recuerdo a las víctimas del más cruel asedio conocido en un guerra. Tuvo lugar entre 1940 y 1943. Varias veces los gobernantes contemplaron la posibilidad de darse por vencidos, pero la valentía de la población consiguió hacer frente a la destrucción y desolación…, a la muerte y la tristeza.
Civiles entre los escombros buscaban vestigios de vida tras cada bombardeo… Un atisbo de esperanza ante un futuro de suerte incierta
Para llegar a él, unas interminables escaleras…?,las mismas que posibilitan dotarlo de majestuosidad y grandeza. Desde arriba, donde se encuentra la enorme campana que con su tñir evoca época de miedo y caer de bombas…, fuego, llanto e impotencia…, las vistas del puerto y de la bahía cautivan poderosas.
A los pies del memorial, una gran escultura de un desconocido soldado yace como si estuviera en una sepultura … o a la espera, según cuenta la leyenda. Reminiscencia de aquellos que lucharon aun sin ser militares, de los que fueron heridos incluso sin ser alcanzados por balas…,de aquellos que se dejaron la piel en la contienda.
Piloto de profesión, británico de nacimiento y maltés por amor a la isla y a una hermosa mujer maltesa… Cada bomba para él era sufrimiento y pena, pues conocía que, más allá de la destrucción y muerte …, los civiles sufrían hambre, incendios, la pérdida de sus pertenencias…
En el aislamiento, la isla no poseía recursos para dar de comer a tantas personas hambrientas….Ellas valientes como caudillos en una batalla, soportaban diariamente ver que la ciudad era devastada en una guerra que fue la más violenta de la Edad Contemporánea. La Segunda Guerra Mundial en Malta aún se recuerda.
Fábula de amor, o quizás realidad de una guerra
Según narra un bello relato que quizás es fábula de amor …o quizás fue realidad en aquella pesadilla maltesa, un aviador de la RAF, cuando estaba en tierra, se encontraba con su amada en este lugar…,trozo de tierra frente al mar.
Desesperado, observaba la delgadez y tormento de quien no quería contarle las noches de angustia, hambre y horror que soportaba en su ausencia…
Nunca hombre sufrió más ante el dolor de aquella que idolatraba y no podía consolar, pues él continuamente era llamado a pilotar y defender la ciudad. Ambos sabían que no había otra manera de que aquello llegara a un final, tan solo luchar y aguantar.
Un día ella no apareció. En su lugar, un niño pequeño portando lo que, según dijo, fue el deseo de su hermana mayor. Un diminuto hato de comida para que, con firmeza, luchara por la isla. Cuando a él llegara su ofrenda, ella, herida de muerte, ya no la necesitaría.
El aviador, sin pronunciar palabra exenta de lágrima, al chiquillo devolvió lo que traía diciéndole que era él quién debía comer, pues era su resistencia la única que libraría la cruel batalla a la que la ciudad estaba sometida.
Source: Viajes y Turismo