EFE

Año Nuevo Lunar en Binondo

Con un cóctel de tradiciones chinas, cristianas y criollas, la influyente comunidad chino-filipina de Manila celebra por todo lo alto el Año Nuevo Lunar en Binondo, el barrio chino más antiguo del mundo con cinco siglos de historia.

«Soy chino-filipina, nativa de Binondo, y ningún año me pierdo los festejos de Año Nuevo. Este año le pedimos al cerdo prosperidad y abundancia«, indicó a Efe Evelyn Xi, de 47 años, cuyos abuelos paternos son nacidos en el gigante asiático.

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A lot of families, friends, mediamen and entertainers filled the streets of Binondo to celebrate Chinese New Year 2019.

Una publicación compartida de Jerome Pedro (@mightyhiero) el5 Feb, 2019 a las 3:38 PST

Acompañada de su hija adolescente, Xi acudió a ver el tradicional desfile de la calle Ongpin, arteria principal del chinatown manileño, hoy plagada de farolillos rojos, puestos ambulantes de comida y figuritas chinas de la suerte, con el cerdo al frente.

Pero antes acudieron a rezar a la Iglesia de Binondo, decorada con farolillos y cintas rojas, para pedir a la Virgen del Rosario y al San Lorenzo que custodian el altar, «luz y buena suerte» en el Año del Cerdo, ya que el catolicismo forma parte de la impronta española que asumieron los mestizos chinos.

Aunque una nutrida colonia china ya habitaba Manila siglos antes de la llegada de los españoles en 1575, Binondo se fundó en 1594 por el gobernador español Luis Pérez Dasmariñas, al otro lado del río Pasig desde Intramuros, como asentamiento para esos inmigrantes apodados «sangleys», la mayoría comerciantes de seda y especias.

Tuvieron que cristianizarse para congraciarse con los colonos españoles, pero también atesoraron gran parte de su herencia cultural, todavía palpable en un barrio muy depauperado en el presente a pesar de haber sido el corazón financiero de Manila hasta entrado el siglo XX.

Pero con los festejos de Año Nuevo, Binondo recupera el pulso de antaño con la visita de alrededor de un millón de personas, que acudieron desde bien temprano para ver el desfile en el que no faltaron los tragafuegos ni la tradicional danza del dragón.

Sin embargo, en Manila ese pasacalles no se hace al ritmo oriental de los bongs o platillos chinos, sino que suena una tamborada de clara inspiración hispana que baila todo el mundo.

«Esta es mi cultura y creo que es importante que en Filipinas no nos olvidemos de nuestras raíces chinas. Por eso me gusta que venga tanta gente, aunque no tengan raíces chinas», comentó Weaver Go.

Go, de 15 años, desfiló junto a sus compañeros de la Academia Tiong Se, una escuela privada de Binondo que imparte clases en inglés, mandarín y tagalo para que los vástagos de la comunidad chino-filipina no olviden su árbol genealógico.

Este estudiante nació en Manila, pero sus padres lo hicieron en Fujian, provincia del sur de China que es el origen de casi toda la diáspora china instalada en Filipinas, la más numerosa del Sudeste Asiático.

«Hoy es un buen día para vender», admitió entre risas Lester, que peregrina la calle Ongpin con su carro de amuletos, talismanes y nudos chinos a 25 pesos cada uno, medio centavo de dólar.

Aunque no tiene sangre china, Lester se ha criado en Binondo impregnado de esa cultura y alimentándose de los numerosos puestos ambulantes de dumplings, xiaomao, wonton o noodles chinos.

Desde el año pasado, el Año Nuevo Chino es un día no laborable en toda Filipinas, una adhesión al calendario festivo impuesta por el presidente Rodrigo Duterte como reconocimiento al influjo de los mestizos chinos en Filipinas.

Para muchos fue una deferencia con el gobierno de Xi Jinping, su principal aliado político y económico que ha prometido 24.000 millones de dólares en inversión y préstamos favorables para los grandes proyectos de infraestructura que pretende impulsar Duterte.

«La amistad y cooperación entre Filipinas y China no sólo ha traído prosperidad y crecimiento económico para ambas naciones, sino que también ha generado una cultura única nutrida de armonía en medio de la diversidad», afirmó hoy Duterte en un mensaje de felicitación a los chino-filipinos.

Esa comunidad alberga hoy en día las mayores fortunas del país, como la familia Sy, que controla el conglomerado de centros comerciales y supermercados SM y cuyo patriarca, Henry Dy, murió el mes pasado a los 94 años como el hombre más rico de Filipinas.

Le siguen Lucio Tan, al frente del grupo LTG con intereses en banca, hostelería y bienes y raíces, además de poseer Philippine Airlines o el famoso ron Tanduay; y Andrew Tan -mismo apellido pero distinta familia-, que preside la constructora Megaworld y ostenta la franquicia de McDonalds en Filipinas.

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