EFE

  • El secretario general de la Organización Mundial del Turismo anima a visitar Corea del Norte y días después moría un estudiante tras viajar al país.
  • Tras la muerte de Otto Warmbier, la Casa Blanca estudia vetar los viajes de sus ciudadanos a Corea del Norte.

Fotografía de archivo de Otto Wambier esposado al ser detenido en Corea del Norte, en 2016.

Hace unos días, el secretario general de la Organización Mundial del Turismo (OMT) nos animaba a elegir Corea del Norte como destino de nuestras vacaciones. Decía Taleb Rifai que no debemos ser «rehenes de las noticias» sobre Corea del Norte y visitar este país para conocerlo de verdad y entender a los norcoreanos. Días después conocíamos el fallecimiento de Otto Warmbier, el estudiante de 22 años que viajó como turista a Corea del Norte y acabó en coma tras ser condenado a 15 años de prisión por sustraer un cartel de propaganda.

¿Es Corea del Norte un destino seguro? Tal vez todo dependa de nuestro grado de curiosidad. Los periodistas Tamara Gil y Andrés Sánchez Braun han hablado con otros dos estadounidenses que tras la detención de Warmbier se disponían a repetir el mismo viaje. «De camino al aeropuerto, me preguntaba: ¿realmente quiero hacer esto?», medita uno de ellos, consternado por el trágico final de su compatriota.

A Dan y Katie, una pareja de treintañeros de Wisconsin, su eterna curiosidad les llevó hasta China, donde viven y trabajan (él como escritor y ella como profesora en una escuela internacional). En una de sus escapadas, decidieron irse de viaje a Corea del Norte. “Quería ir más allá de (lo que publican) los medios. Ver la parte humana”, explica Katie a Efe poco después de conocerse el fallecimiento de Warmbier.

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Katie, Dan y Otto forman parte del mismo grupo: el de los miles de extranjeros que viajan cada año al “reino de los Kim” gracias a una industria opaca que hoy está en cuestión. La muerte de Warmbier ha puesto el foco sobre los viajes turísticos a Corea del Norte y el peligro que puede suponer entrar en un país que oficialmente sigue en guerra con EE UU y Corea del Sur.

Katie y Dan contrataron su tour (1.200 euros por seis días) con la misma agencia que Warmbier (Young Pioneer Tours) y formaron parte del viaje inmediatamente posterior al de él. “En la reunión para prepararnos, todo el mundo estaba muy nervioso. Nadie quería preguntar. Sabíamos que en el viaje anterior Otto había sido detenido”, explica la profesora. Los encargados consiguieron calmarles. “Creo que hicieron un buen trabajo -coinciden-. Nos dijeron: escuchad, si seguís las normas, si escucháis a los guías, si sois respetuosos, si no hacéis fotos donde no podéis, si preguntáis primero, estaréis bien”.

Para viajar a Corea del Norte la pareja utilizó uno de los poco más de 15 touroperadores que venden paquetes para occidentales, la mayoría de ellos con sede en China aunque también en EE UU o España (Viatges Pujol), que están obligados a operar conjuntamente con las agencias estatales de turismo norcoreanas.

El primer día lo recuerdan tenso. Para empezar “siempre tienes que tener dos guías locales por grupo”, según relatan, y la paranoia que llevaban consigo les llevó a evitar cualquier comentario. Pero poco a poco se fueron relajando. “(Los guías) son más como cuidadores. Su trabajo es asegurarse de que no metas la pata, te dicen cuándo puedes y cuándo no hacer algo”, comenta Dan.

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El férreo control gubernamental

En sus recorridos, siempre en autobús, nunca pudieron hablar con un local, principalmente -dicen- por la barrera idiomática. “Eran muy tímidos (…) Pero no creo que estuviera prohibido”, añade el escritor. En todo caso, su relato deja entrever el férreo control gubernamental y las duras condiciones de vida de la ciudadanía, con cortes de luz constantes o sin ningún acceso al mundo exterior. Para Dan y Katie fue una experiencia “única”, que, no obstante, no repetirían. Y puede que dentro de poco ya no puedan hacerlo.

Tras el caso Warmbier, la Casa Blanca estudia vetar los viajes de sus ciudadanos a Corea del Norte principalmente para evitar que más estadounidenses sean detenidos por un régimen que los utiliza como moneda de cambio. Hasta la fecha, otros tres turistas de EE UU han sido arrestados, todos entre 2013 y 2014 y repatriados tras varios meses de cautiverio. Además, otra turista surcoreana falleció en 2008 al ser tiroteada por un soldado norcoreano después de, supuestamente, acceder a una zona militar restringida.

Aparte de la seguridad, la otra motivación de Washington es evitar que se siga financiando a un Estado que dedica parte de sus recursos a desarrollar sus programas nuclear y balístico. No obstante, el peso que un hipotético veto turístico tendría en la economía del régimen es cuestionable: un estudio del surcoreano Korean Maritime Institute estima que Pyongyang recibe unos 100.000 turistas al año, cuya mayoría (95 %) proceden de China y sólo unos mil son estadounidenses. Este volumen generaría a los norcoreanos unos ingresos de entre 30 y 43 millones de dólares anuales, y apenas entre 380.000 y 545.000 dólares procederían de turistas de EE.UU.

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Katie y Dan ya han recibido alguna que otra crítica en ese sentido. En una conferencia en Pekín protagonizada por una desertora norcoreana, ésta preguntó entre el público: “¿Quién ha ido a mi país?”. La mitad del público levantó la mano y ella respondió: “¡Os odio!”.

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