Dolor, Lluvia y Zapatero

Éste fue mi mejor y mi peor viaje. Corría el año 2010. Gustavo, cámara de La Sexta, y yo viajamos a China y Japón con José Luis Rodríguez Zapatero. El primer día, en Shanghái, a él le daban náuseas los olores y yo, con la humedad, tenía el pelo como un estropajo. Durante la primera conexión en directo, se puso a llover, mi flequillo degeneró en una obra barroca y a Gus se le cayó el ordenador en un charco. A partir de ese día, la máquina se encendía repentinamente de madrugada, en pleno sueño, y lo del envío de imágenes era una odisea. Esa primera noche, también me pillé la mano en el baño del hotel. «Me parece que te quejas poco para la pinta que tiene», me dijo entonces Gustavo. Por las noches, intentaba calmar el dolor metiéndola en la nevera de la habitación. Sí, ya lo sé, algo lamentable. Tanto es así que, al final del viaje, uno de mis dedos había mutado en una morcilla que tuvieron que curar los médicos del presidente del Gobierno. Sin duda, nuestro mejor momento era la cerveza que nos bebíamos de trago a la hora de cenar. Con este panorama, os preguntaréis cómo puedo pensar que este viaje de trabajo fue el peor, pero también el mejor. Muy fácil: lo pasamos tan mal, nos dimos tal paliza de una ciudad a otra cargados como mulas que, el último día, cuando terminamos la conexión en directo con el informativo del mediodía, nos reímos mucho de todo lo que nos había pasado a lo largo de esa semana y Gustavo y yo nos abrazamos de la emoción que teníamos de volver por fin a nuestra casa. Por lo que a mi imagen se refiere, supuso dejar de tener el pelo como Eduardo Manostijeras y que el dedo fuera volviendo a su normalidad. En definitiva, este tipo de experiencias laborales, al final, hacen equipo y unen mucho más que cualquier otra.

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