Porque veinte años no es nada, Hong Kong todavÃa mantiene viva su fascinante ambigüedad, consecuencia directa de más de siglo y medio de convivencia entre dos culturas antagónicas. El exotismo de China y la elegante decadencia «british» supieron encontrar el hábitat adecuado en Hong Kong para lograr una fusión que rozaba la entelequia alquimista, de la que surgió una ciudad con un carácter diferencial respecto a las demás capitales asiáticas.
Su frenética actividad comercial y financiera, el gusto por conservar tradiciones milenarias y esa atracción desmesurada (sin disimulo alguno) por el exceso y el lujo hacen que el viajero se contagie inevitablemente de la sensación de que todo es posible en Hong Kong. Posible, por ejemplo, como que aquà se concentre la mayor flota de Rolls-Royce matriculados, que haya más rascacielos que en la mismÃsima Manhattan (la mayorÃa construidos bajo las normas del Feng Shui), que sea la ciudad con mayor consumo eléctrico del planeta o que ostente el récord de metro cuadrado más caro (Peak Road, 100.000 euros). Por si fuera poco, posee una de las densidades de población más altas del mundo (unos 6.500 habitantes por metro cuadrado), la cuarta, sólo superada por Macao, Mónaco y Singapur. Este récord se les resiste.
El 1 de julio de 1997 expiró el estatus colonial británico y Hong Kong volvÃa a manos de China, 156 años después. Las dudas sobre cuál serÃa el modelo económico a seguir se disiparon cuando Deng Xiaoping (el padre de la reforma ideológica para la liberación de la economÃa de China) acuñó el lema «Un paÃs, dos sistemas», fórmula con la que se aseguraba la continuidad del libre mercado capitalista integrado en el engranaje ideológico comunista del resto del paÃs; eso sÃ, con fecha de caducidad: en julio de 2047 China dejará de estar obligada a considerar a Hong Kong como zona económica especial.
Source: Viajes y Turismo