Irán, el despertar turístico de la antigua Persia

Son poco más de las dos de la madrugada cuando el Airbus de Qatar Airways aterriza en el aeropuerto de Shyraz tras una breve escala en Doha. Mientras unos pocos iranís cruzan el control policial, el grupo de occidentales, tras rellenar un breve formulario, comprueban con sorpresa cómo se accede al país con tan solo enseñar el pasaporte, sin que el policía les imponga sello alguno que deje constancia de su entrada a Irán. Es la nueva política turística de los responsables del país persa que así soslayan las amenazas de países como EE UU e Israel y la convierten en una llamada a todos los viajeros.

Shyraz es la capital cultural y literaria de los persas . Su nombre responde a una exquisita cepa de vino y su historia nos habla de la que en su día fue conocida como «ciudad del vino» en un país que ahora lo tiene totalmente prohibido. Pero ello no es óbice para que por la noche la gente acuda a la tumba de mármol del venerado poeta Hafez para recitar algunos de los versos del «Diván», su obra más monumental. Durante el día impone su presencia la ciudadela de Karim-Ka en el corazón de la urbe, construida en ladrillo por el primer rey de la dinastía zand que intentó durante su mandato que la ciudad rivalizara con el esplendor de Isfahán. Mandó construir la grandiosa mezquita de Vakil, los baños públicos, el depósito de agua, el popular Bazar Vakil, el jardín de Nazar, lugar de ocio y diversión de las delegaciones extranjeras invitadas por Karin Kan y uno de los nueve jardines que forman parte del conjunto reconocido como patrimonio mundial. También inició las obras de la mezquita de Nasir ol- Molk, con su fascinante sala de oraciones iluminada por siete vidrieras que resaltan las bóvedas, los azulejos policromados y sus baldosas color turquesa del interior. Quienes allí van a rezar la conocen como «la mezquita rosa».

A tan sólo 60 km de Shyraz aparece Persépolis, la ciudad que impresionó al mundo antiguo cuando éste se extendía desde el Tigris al Nilo, desde Etiopia al Indo. Fundada por Darío el Grande en el 515 aC. era el espacio donde se celebraban ceremonias civiles y religiosas y encuentros políticos. Persépolis acumuló tantas riquezas que Alejandro Magno necesitó 10.000 mulas y 500 camellos para transportarlas como botín de guerra cuando conquistó el lugar. Jerjes, hijo de Darío el Grande y su nieto Artajerjes, contribuyeron a la expansión y riqueza de Persépolis con la construcción de suntuosos palacios de grandes columnas, artísticos frisos, suelos de maderas nobles, paredes recubiertas de oro, mármoles y piedras preciosas. Los iranís visitan los restos del gran imperio con respeto y admiración, sabedores de que son sus legítimos herederos cuando festejan la llegada de la primavera y la vida durante la festividad del Sizdah Bedar.

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