Uno de los mayores males de los restaurantes que se dan de modernos es la ausencia de manteles en las mesas. Así es como algunos entienden eso que se llama «informalidad» y que quieren convertir en tendencia. Nada de telas cubriendo las mesas, ni siquiera unos modestos manteles de papel. Si acaso un mínimo mantelito, muchas veces de plástico. O lo que es peor, simplemente la superficie desnuda de la mesa. Creo que se aprovecha una moda para ahorrar en mantelerías y, sobre todo, en lavandería. Un argumento económico que tendría sentido si no ocultara una práctica poco higiénica. Los cubiertos y el pan colocados directamente sobre una superficie que no sabemos cómo ha sido limpiada. En un reciente informe publicado por el Instituto Tecnológico Textil se afirma que la carga de bacterias en la superficie de la mesa es 37 veces mayor que sobre un mantel de tela. Cierto que el estudio proviene de la industria textil, que defiende lo suyo, pero está claro que el número de bacterias en un mantel que se lava tras cada servicio será siempre muy inferior al de una superficie de madera. Llevamos años oyendo a los expertos alertar sobre los peligros de las tablas de cortar o de los platos de madera, en cuyas grietas y rendijas se desarrollan las bacterias. Supongo que una mesa del mismo material, por bien que se limpie, tendrá riesgos similares. Sea como sea, a mí me da mucho asco esta práctica. No digo yo que en todos los comedores tenga que haber mantelería de hilo (aunque algunos, por sus precios, deberían estudiarlo), pero hay otras alternativas. Un comedor con las mesas bien vestidas es mucho más bonito y acogedor. Una mesa sin mantel puede ser muy moderna, pero ni es bonita ni es higiénica. Exijamos manteles en los restaurantes.