La ciudad donde nacieron los belenes históricos de EspañaBelén, nacimiento, pesebre, portal… hay muchos vocablos para referirse a este arte tradicional, a esta tradición artística que es la representación en figurillas del momento y lugar en el que nació Jesús. Su origen hay que buscarlo en Nápoles donde se le suele llamar «presepe». Hay referencias que se remontan al siglo XI, pero la mayoría de los historiadores coinciden en que fue San Cayetano (1480-1547) el que montó por primera vez un belén en una casa particular. Hasta entonces su escenario natural eran solo las iglesias. Con el tiempo, las simples y toscas representaciones de la Sagrada Familia se fueron ampliando con otros personajes bíblicos y profanos, escenas históricas y costumbristas. En el s. XVI aparecieron las primeras figurillas de barro vestidas con trajes de esa época. Fue en 1759 cuando María Amalia de Sajonia, esposa del rey Carlos III de España, que reinaba también en Nápoles, mandó traer un nacimiento de Nápoles, donde había vivido desde que tenía 14 años, y lo instaló en el Palacio del Buen Retiro para solaz de su hijo, el futuro Carlos IV. Enseguida arraigó la moda, primero entre la nobleza, luego entre la burguesía y acabó implantándose en toda la sociedad española, desde donde pasó a América y Filipinas. En Nápoles se siguieron fabricando las figurillas y se fueron refinando sus ropajes. Se añadieron los Reyes Magos y sus pajes, los ángeles y los pastores, pero también personajes populares napolitanos: el carnicero, la verdulera, el aguador, el «pizzaiolo» (que hace pizzas)… Y se colocaron en una estructura circular para que quedase de un lado la representación religiosa, y por detrás, formando parte del escenario pero sin mezclarse con él, la vida callejera. Vía de Gregorio Armeno, en Nápoles, la calle de los belenistas – PILAR ARCOS
Hoy, el barrio de San Lorenzo, el más densamente poblado de Nápoles, concentra la mayoría de los talleres y tiendas de belenistas, especialmente en la Vía de San Gregorio Armeno, calle que en época romana conectaba el ágora con el decumano y que hoy es el epicentro de Nápoles, tan turístico como auténtico. Durante los meses de noviembre y diciembre, esta calle peatonal, corta y estrecha aparece más abarrotada que de costumbre. Los puestos en ambas aceras casi no dejan sitio para el viandante. Al fondo, el campanario de la iglesia de San Gregorio con un paso elevado que une las dos orillas. Pero en esos puestos no solo se venden las figurillas, las luces, el musgo y el corcho del pesebre, también otros personajes locales y mundanos que algunos añaden al nacimiento. A falta de «caganers» como en Cataluña, hay representaciones de deportistas, políticos, cantantes, incluso capos de la Camorra. El gran teatro del mundo con ritmo de tarantela. Es más, si usted quiere, pueden hacerle una figurilla con su cara. La imaginación no tiene límites. Se puede entrar en alguno de los talleres y ver cómo trabajan. El esqueleto es de alambre sobre el que se modela un cuerpo de estopa e hilo. Las manos y los pies suelen ser de madera, la cabeza de terracota o porcelana de Capodimonte, los ojos de cristal. Los vestido más lujosos son de seda de San Leucio, un pueblo de la provincia de Caserta. Taller de Marco Giuseppe Ferrigno – PILAR ARCOS Marco Ferrigno es uno de los belenistas con más prestigio. Su tienda-taller está en el número 8 de la Vía de San Gregorio Armeno. Subir al primer piso es entrar en un abigarrado mundo de cuento, una cueva de Aladino cuajada de personajes. Marco es la cuarta generación de una familia que lleva en este mismo lugar desde 1836. Muy cerca, en el número 18 de la misma calle, hay otro artista renombrado, Genny Di Virgilio, también de cuarta generación. Por esta casa han pasado papas, como Benedicto XVI o Francisco; políticos, como Berlusconi o Andreotti; y muchos futbolistas entre los que recuerda con especial simpatía a Ibrahimovic.

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