El sol está muy alto cuando los primeros pasajeros comienzan a embarcar. Esa luz que se multiplica al rebotar en el casco del barco nos hace pensar en historias de antaño, en intrépidos navegantes y damas con vestidos de época. Los viajes por mar conservan ese punto de emoción y de intriga ante lo desconocido, una herencia de otros tiempos en los que el regreso no estaba garantizado. La ruta del Zenith, el buque de Pullmantur, está bien definida y los viajeros, con la documentación en mano, cruzan a buen ritmo la pasarela que los lleva a la cubierta donde se encuentra la recepción. No pueden ocultar cierto nerviosismo ni ese brillo en los ojos propio de quienes reciben un regalo.
La tripulación, habituada a recibir a nuevos viajeros casi cada semana, se adelanta a sus necesidades e indica con una amplia sonrisa la ubicación de restaurantes, bares, piscinas y camarotes. Lo más común es que lleguen de dos en dos, pero también hay grupos familiares y de amigos que tratan de localizar la mejor ubicación para despedirse del puerto de Barcelona.
Secretos del Mediterráneo
El perfil urbano de la Ciudad Condal habla de presente y de futuro, al contrario de lo que ocurrirá en los puertos restantes que exhiben cierto aire de melancolía. Más de dos mil kilómetros de recorrido nos llevarán a descubrir «los rincones secretos del Mediterráneo». El graznido de las gaviotas y el tímido tono amarillento del sol anuncian cada mañana que comienza un emocionante día en una nueva tierra. Portofino, Portovenere, Piombiono, Ajaccio y Menorca nos esperan.
El sonido de los cubiertos antecede, como si de un ritual se tratara, la llegada al desayuno. Huevos y bacon, café y tostadas, «smoothies» vigorizantes… todo parece poco para enfrentarse a un intenso día de excursión. Porque existen dos tipos de cruceristas, los que aman la vida en el barco y, cual resort todo incluido aprovechan todo lo que les ofrece, y los que lo usan como medio de transporte para viajar. No nos engañemos, ninguno de los dos permanecerá ocioso mucho tiempo.