Pan, aperitivo y otros extras en la cuenta: ¿hay que pagarlos?«Servicio de lavandería, 3,50 euros». Así aparecía en la factura de un restaurante español, según una denuncia publicada en las redes sociales hace unos meses. Más recientemente, una periodista británica mostraba la cuenta de una comida en un italiano de Londres en la que se reflejaba un cargo de una libra y media por un «suplemento de queso parmesano rallado» añadido a sus tagliatelle. Son excepciones, claro está, pero ponen sobre la mesa un tema espinoso, el de los extras que se cobran a los clientes en determinados restaurantes. Poner precio a unos cubitos de hielo, al azúcar para el café, a una jarra de agua por muy osmotizada que esté, a un sobre de mayonesa o incluso a una aspirina son prácticas que se van generalizando. Los expertos lo tienen claro: es legal, siempre y cuando aparezca especificado en la lista de precios. Pero el hecho de que sea legal no quita para que en ocasiones se rocen los límites del abuso. Donde más rechina esta práctica es en el caso del pan y los aperitivos, la más habitual. Parece excesivo que nos cobren por un panecillo lo mismo que cuestan dos o tres barras en una panadería, por mucho que se haga constar en la carta. Aún peor cuando además aumentan la factura si se pide un trozo más. Y qué decir de aperitivos facturados a precio de tapa de lujo, cuando en muchas ocasiones no se trata más que de unas simples aceitunas. ¿No debería ser obligatorio preguntar al cliente si va a querer ese pan o ese aperitivo? En cualquier caso, el comensal está en su derecho de pedir que se los lleven. Lo que ocurre es que por la escasa cuantía que suponen y por un acendrado sentido del ridículo son muy pocos los que se atreven a rechazarlos. Lo que hay que hacer Sin complejos. El pan y el aperitivo, aunque aparezcan con su precio en la carta, no son obligatorios. Si no los quiere, pida que se los retiren. En ese caso no deberían cobrárselos. Revise la factura. Por muchas razones, incluidos errores del propio restaurante, revisar la factura siempre es recomendable. Podemos encontrar conceptos rechazables como ese «servicio de lavandería».

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