Cuanto más alto estemos, más cerca del Creador nos sentiremos. Esa debió ser, o algo muy parecido, la conclusión a la que llegaron los primeros ermitaños cuando eligieron las grutas de las cumbres de Meteora, allá por el siglo XI, para transformar su existencia en «vita contemplativa», rodeados por la inmensa soledad y la espiritualidad …
