El cementerio modernista en el que los indianos no repararon en gastosEl cementerio de Lloret de Mar es una joya modernista que forma parte de una ruta europea de camposantos singulares gracias a que los indianos, aquellos vecinos que se fueron a hacer las Américas y amasaron fortuna, decidieron concebir una ciudad de muertos donde pasar la eternidad. En esta época del año, numerosos visitantes se acercan a este lugar para contemplar panteones y tumbas repletas de elementos artísticos, muchos de ellos símbolos y guías para el más allá. Calaveras presididas en la parte superior por una representación divina que muestra el poder de Dios sobre la muerte, figuras femeninas que reflejan el dulzor del último suspiro, dibujos de relojes que aluden al inexorable paso del tiempo o alfa y omega como ejemplo de principio y fin son parte de ese patrimonio artístico. Un museo al aire libre La inauguración del cementerio tuvo lugar el 2 de noviembre de 1901 y, entre quienes firman los panteones, arquitectos del prestigio de Josep Puig i Cadafalch o Bonaventura Conill Montobbio, este último discípulo de Antonio Gaudí. El dinero no era un problema para aquellos indianos, que solían dejar viuda muy joven, según relata la directora de Patrimonio Cultural de Lloret de Mar, Anna Fuentes, profunda conocedora de este espacio, en el que el ayuntamiento se ha volcado para convertirlo en un museo al aire libre. Después de hacer fortuna, aquellos aventureros regresaban a su tierra ya en una edad avanzada y desposaban a lugareñas en edad de casarse, a las que habitualmente abandonaban pronto cuando la muerte llamaba a sus puertas. El cementerio de los masones Si en un primer momento se construían las casas indianas con las que mostrar el éxito obtenido al otro lado del Atlántico, generalmente en Cuba, también invertían grandes cantidades de dinero con las que asegurarse la mejor residencia posible en el más allá. «Se hacían su gran residencia mientras vivían y, después, querían la de la muerte», señala Fuentes, quien subraya que este cementerio se concibió como una ciudad «con sus calles de primera, segunda y tercera clase, sus plazas y una zona pequeña y escondida para la población no creyente, que eran los masones». Las lápidas de estos últimos aún son visibles en ese rincón alejado de las tumbas más pomposas, con grabados en un caso que aluden al trabajo de su inquilino, relacionado con la construcción y, en otro, con la pesca, por lo que se representa una barca, sin obviar elementos clásicos de esta hermandad como el triángulo.

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