El desierto cerca de Marrakech que pocos turistas conocenHay nombres de lugares totalmente cautivadores. Marrakech es uno de ellos. En lengua bereber significa «Tierra de Dios», aunque sus habitantes se refieren a ella como «Al Hamra», que en árabe significa «La Roja» y de donde ha derivado La Alhambra, de tan familiares resonancias granadinas. Lugar mágico y misterioso, es junto con Fez, Mequinez y Rabat una de las cuatro ciudades imperiales de Marruecos. Cruce de caravanas que iban y venían desde el Sahel y el desierto al Atlántico y al Mediterráneo. Ciudad roja y andalusí de origen árido, pero que los almorávides se empeñaron en convertir en su capital y por ello buscaron agua en su subsuelo. Así nacieron las muchas fuentes que hoy tiene Marrakech y que la han convertido en un auténtico oasis al pie del Atlas. Pero si continuamos hacia esa cordillera, dejaremos el bullicio de los zocos para adentrarnos en la meseta de Kik, camino de Agafay. Este desierto se encuentra unos 40 km. al SO de Marrakech, aunque es un gran desconocido para el turismo de masas. Por él hay que pasar para realizar los trekkings por el Alto Atlas, un telón de fondo con cumbres nevadas a más de 4.000 metros. Las laderas boscosas y verdes de Asni bajan del blanco níveo al ocre de la piedra caliza y otra vez el verde de los olivares y palmerales. Mujeres bereberes machacando aragán – PILAR ARCOS Aunque se conoce como desierto, el de Agafay (algunos lo llaman Marrakchi) no es el típico lugar de dunas, como el cercano Sahara, es más bien un terreno yermo, cuajado de guijarros y escasa vegetación. Del ajetreo de la plaza de Yamaa el Fna pasamos en una hora a la tranquilidad de la Meseta del Kik, a la que hemos llegado atravesando el valle de Asni. Por aquí había no hace tanto más de un pueblo, pero sus habitantes se tuvieron que marchar por la falta de agua. Solo quedan algunos pastores con sus rebaños de cabras. Para los que el silencio solo roto por el sonido de la brisa les parece aburrido (no soy yo de esos) hay la posibilidad de subir y bajar por las colinas (que no dunas) en rápidos quads, acercase a los pastores en vehículos 4X4, e incluso practicar deportes náuticos en el pantano de Lalla Takerkoust, construido a finales de los 70 del pasado siglo para paliar el éxodo migratorio. Una opción intermedia son los paseos en dromedario para dirigirse a los campamentos de jaimas, donde se puede pasar una noche de cuento bajo las estrellas. Tierra de bereberes, a quienes los romanos llamaron injustamente «bárbaros», adaptación de la palabra «barbr», aunque ellos prefieren llamarse a sí mismos «imazighen» que significa «hombres libres». Podemos verlos en Ouirgane. Se han adaptado para recibir a los viajeros. Si es en jueves, no dejemos de visitar su mercado semanal. En Tahennaoute es muy interesante la visita a la Cooperativa Femenina del Aceite de Argán, una fábrica en la que solo trabajan mujeres que se dedican a la extracción manual del aceite de las almendras de esa planta endémica de la zona. Una terraza del Fairmont Royal PalmPistas
En Marrakech hay dos clases de alojamientos: hoteles y riads. De los primeros hay de todo tipo, desde el máximo lujo a las pensiones y hostales. Los riads (literalmente «jardines») son pequeñas casas con encanto, de estilo tradicional, con un patio interior ajardinado. El Fairmont Royal Palm es un hotel «seis estrellas» miembro de The Leading Hotels of the World. Cuenta con 134 suites y villas, en medio de un olivar centenario de 231 hectáreas, dominado por las cumbres del Atlas.

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