En este mirador sobran (casi) todas las palabras

Hay un pequeño rincón en Galicia donde el tiempo quedó congelado hace mucho tiempo. En ese recóndito acantilado, se escuchan los susurros del viento, se huele la lluvia mojada y se admira la belleza del naturaleza. Es tan singular como acogedor. El banco de Loiba, instalado en el mirador de O Coitelo, tiene un puntito que lo vuelve diferente. El mismo que encontró un día un turista escocés y el mismo que desde entonces reconocen los miles de visitantes que recibe. Aquel día, el desconocido anglosajón escribió en la madera trasera del banco «the best bank of the world» en referencia al acantilado y no tanto al banco. Sin embargo, el juego de palabras fue todo un acierto: ese lugar de meditación y admiración no tardó en dar la vuelta al planeta gracias a las redes sociales. Así, de repente, fueron muchos los que decidieron hacer un alto en el camino o una escapada y ver en persona el maravilloso espectáculo del Atlántico, bien de noche, como en la famosa imagen, o de día. De hecho, con luz solar, el paisaje de este rincón coruñés tampoco tiene pérdida alguna.

La misma historia se ha repetido con otros tantos miradores que, bien por su tradición bien por su localización, han conseguido embellecer aún más la estampa que recogen. El del Salto del Gitano (Cáceres), el de San Antonio (Ceuta) o el de San Nicolás (Granada) reúnen también buena parte de estas características. El primero, por haberse convertido en uno de esos lugares donde se puede tocar el cielo; el segundo, por reunir en un mismo punto las aguas del Mediterráneo y del Atlántico; y, el tercero, por acoger una de las puestas de sol más bonitas del país. Le siguen el del Puente Nuevo (Ronda), el de Santa Catalina (Cantabria) o el del Fito (Asturias). También, a mitad de camino, el de las Palomas (Jaén), un paraje que honra a esos señores y religiosos que tenían el privilegio de cuidar y poseer palomares llenos de este tipo de aves. Este paraje es ideal para un día de senderismo en familia y disfrutar de largas caminatas con unas vistas increíbles. Casi las mismas que se pueden capturar desde el mirador del Río (Lanzarote): aquí huele a roca, el silencio está acompañado por el mar y su altura es el puente de conexión con el resto de islas. La estampa del Archipiélago Chinijo admirado desde Lanzarote está claro que no deja indiferente a nadie. Situado en la cima del imponente acantilado, el Risco de Famara, es una de las creaciones más representativas del artista canario César Manrique. Una inquietud que también comparte el de La Peña (El Hierro), donde el sonido de las olas y la guarda de las rocas colocan al turista en una posición privilegiada, propia de una postal.

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