Ese lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme… bien podría ser Villanueva de los Infantes. De hecho, así lo aseguran sus paisanos. Y para quien albergue dudas, las esculturas de D. Quijote y Sancho Panza protagonizan la Plaza Mayor de este pueblo al sureste de la provincia de Ciudad Real, declarada monumento histórico desde 1974, cuyas calles ofrecen el conjunto más importante del barroco y renacimiento manchegos.
La ciudad es una joya, capital del Campo de Montiel, inmersa en el típico paisaje manchego de horizonte infinito. Y en esa planicie, como por acto de aparición, surge lo que a primera vista puede parecer un espejismo: la Nava del Barranco. Tras una ruta pedregosa se abre la cancela que da paso a una casona donde espera Margarita Vivar, directora del equipo de casa, con un séquito de doncellas uniformadas, mayordomos, camareros y mozos que son el alma del lugar gracias a su delicadeza y eficacia absolutas. Ojos faltan para contemplar de un primer vistazo la magnificencia de la decoración y de esas vistas a su piscina infinita que parece terminar en los montes manchegos.
Detalle como premisa
Cada una de las 16 habitaciones lleva su nombre, relacionado con la dehesa que la alberga, Noguera, La Solana, Los Almendros… Los juegos de cama y baño, hechos a medida, son suaves. Desde los amplios ventanales de la habitación, sin más sonidos que los bucólicos, se divisa el campo y se tiene la sensación de estar muy lejos del mundanal ruido. Por la noche se encienden los velones del corredor, preludio para la entrada a un comedor que cada velada monta una puesta en escena, en la que el huésped se queda boquiabierto contemplando la ornamentación de velas a juego con la vajilla, la cristalería y mantelería que acompañan los suculentos bocados como el cochinillo de la casa, la perdiz de la Nava, el pastel de espárragos y carabineros o la lubina salvaje.
Amanecer en La Nava no es un amanecer cualquiera. Bajo la atención permanente de un equipo acostumbrado a recibir huéspedes que llegan en avión privado a la pista de aterrizaje de la Nava, la jornada comienza con el desayuno que se sirve en el porche, para después elegir alguna de las muchas actividades. Durante el safari fotográfico en 4×4 se avistarán ciervos, venados, muflones, jabalíes y, con suerte linces, bajo el trino de las muchas aves, o, dependiendo de la época, el estallido de la berrea. Aderezo esencial la conversación amena y divertida de Miguel Ángel Sánchez, encargado de la finca, que conduce con los ojos cerrados por el campo que ama y conoce como nadie. Más que aconsejable cabalgar por los montes de la Nava o también recorrerla en mountain bike o quad. Complemento ideal al terminar el día, el spa con diferentes tipos de masajes, sauna finlandesa y baño turco. Otra grata sorpresa es la comida campera, en un marco de encinas y olivos centenarios.
Más información en la web www.lanava eventos.com.