Corea del Norte no se suele asociar al turismo. Más bien a bombas atómicas, misiles, campos de concentración y últimas fronteras infranqueables de la Guerra Fría. Aunque el régimen comunista de Pyongyang es el más hermético del mundo, su joven dictador, Kim Jong-un, se ha propuesto abrir el país – o parte de él – a los extranjeros. Tras inaugurar en 2014 una espectacular estación de esquí en el Paso de Masik, en esta misma zona del sudeste del país está levantando un gigantesco complejo de vacaciones en la costa de Wonsan. Tal y como muestran imágenes por satélite difundidas por el portal 38 North, en poco más de un año se han construido un centenar de edificios, entre ellos hoteles y bloques de apartamentos. Además, se han edificado atracciones turísticas como cines, restaurantes, balnearios, parques acuáticos y embarcaderos en un muelle entre las playas que dan al mar de Japón, que los coreanos llaman mar del Este. Con cuatro kilómetros de largo, la playa de Wonsan es el destino veraniego por excelencia en Corea del Norte. Debido a la mejora de la economía durante los últimos años, en los que un incipiente capitalismo se ha abierto camino, cada vez son más los turistas nacionales que acuden a Wonsan, donde se celebra un festival de cerveza en verano. Según cuentan sus biografías no oficiales, Kim Jong-un pasó su infancia en este litoral, donde tiene su residencia de verano. A este valor sentimental se suma su simbolismo político, ya que su abuelo y fundador del régimen, Kim Il-sung, desembarcó en Wonsan en 1945 junto a las tropas soviéticas que le ayudaron a expulsar a Japón de la península coreana. Su costa de arena blanca fue incluso alabada por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en su histórica cumbre de junio en Singapur. «Tienen unas playas fantásticas. Lo ves cada vez que disparan sus cañones sobre el océano», comentó Trump refiriéndose a las maniobras militares que, cada dos por tres, ordenaba Kim Jong-un en esta zona antes de empezar el «deshielo». Siguiendo con esta distensión, el joven caudillo quiere potenciar la economía con el turismo, uno de los pocos sectores que se ha librado de las sanciones económicas de la ONU por sus pruebas nucleares. De los 100.000 turistas que visitan Corea del Norte, la mayoría son chinos y solo unos pocos miles son occidentales. Para aumentar su número, Kim Jong-un persigue captar inversión internacional con el fin de convertir a Wonsan en un destino playero mundial. En 2017 incluso envió una delegación a España para inspirarse en Marina d’Or y Terra Mítica. Pero, según informa la agencia Reuters, el proyecto urbanístico y comercial previsto para Wonsan cuesta más de 200 millones de euros y será difícil financiar sus galerías comerciales y campos de golf si no hay un cambio en Corea del Norte. Aunque otras iniciativas como esta han fracasado, algunas por la muerte de turistas extranjeros, Kim Jong-un criticó hace unos meses en la prensa oficial el retraso en las obras y las ha acelerado para inaugurar su propio Marina d’Or en octubre.