Tomando café con la princesa Gesine Doria Pamphilj y su marido Massimiliano Floridi, en su palacio de Roma

Seguro que más de una vez, caminando por la Piazza del Coleggio Romano en Roma, a unos pasos de la Via del Corso, os habéis preguntado ¿de quién será este impresionante palacio? Os ayudo a descubrirlo: se trata de uno de los palacios más espectaculares del centro de Roma y en él, todavía viven sus príncipes. Es el Palacio Doria Pamphilj.

Estos maravillosos espacios, en pleno centro, que son tantos en Roma, por lo general están ocupados por organismos oficiales y sus oficinas. En algunos palacios, han hecho museos y otros alquilan sus salones para eventos, pero hay excepciones, como es el caso de este espectacular palacio romano, en donde el Príncipe Jonathan y la Princesa Gesine Doria Pamphilj, viven con sus cónyuges. En el caso de la Princesa, el palacio es su casa de fines de semana y para ocasiones especiales, pues vive con su marido Massimiliano Floridi en el campo, pero su hermano, sí tiene allí su residencia habitual.

Si visitas el Palazzo, puedes tener la suerte de encontrártelos. Es un privilegio recorrer los pasillos plagados de obras de arte, escuchando sus historias familiares de siglos enteros.

El imponente palacio se construyó en el siglo XVI en el núcleo originario de la Vía del Corso. Aquí fue la casa del cardenal Fazio Santoro después de haber sido propiedad de los Della Rovere – esta noble familia, originaria de Turín en la que hubo un Papa, Sixto IV-. En 1601, la adquirió el cardenal Pietro Aldrobrandini y más adelante fue parte de la dote que le otorgó a Olimpia, su sobrina y única heredera. Olimpia se casó con un miembro de la familia Borghese, Paolo, y al enviudar, se casó en 1647 con Camilo Pamphilij. Desde entonces pertenece a esta nobilísima familia italiana.

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Gesine y Massimiliano nos invitaron a tomar un café a la prensa extrajera. La misma princesa, sencilla y encantadora, nos repartió, con una gran sonrisa, el café, en unas preciosas tazas que llevan grabadas el escudo de tan noble familia, y esto ocurrió, en uno de los salones del palacio.

La historia de la colección de arte que poseen, es de lo mas curiosa, a los que busquen una lógica en el orden de la ubicación de sus cuadros, no la encontrará fácilmente, el mismo príncipe Massimiliano, nos fue detallando el por qué de la adquisición de cada una de las obras y la cronología tan peculiar que aplicaron cuando las colgaron hace siglos, sin orden ni lógica, y nunca nadie las ha movido de sus sitios originales, ni tampoco a las mesas maravillosas apoyadas a lo largo de los diferentes salones, ni a ninguno de sus cuadros colgados a capricho de sus primeros dueños.

Diego Velázquez y su retrato al Papa Inocencio X, una de las joyas del palacio.

El artista sevillano, pintó este retrato en uno de sus viajes a Italia entre los años 1649 y 1651. Es posible que el Pontífice hubiera conocido a Velázquez algunos años antes en su época de sacerdote o durante un viaje que el pintor realizó entre 1929 y 1931 a Italia.

Dicen los analistas que el Papa no era nada agraciado y que el artista mejoró sus facciones en su obra.

Además de los ropajes que envuelven y que ayudan a que el Papa luzca mucho más, Velázquez “aprovechó” el papel que Inocencio X lleva en la mano, para plasmar su firma.

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